Los números hablan por sí solos y los especialistas dan la voz de alarma: el exceso de peso está implicado entre el 15 y el 20 por ciento de las muertes por cáncer. De hecho, el 30 por ciento de esos fallecimientos se podrían evitar con hábitos de vida saludable. Así se puso de manifiesto en el Día de la Lucha contra la Obesidad en España con el lema «Prevenir la obesidad previene el cáncer». Organizada por la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (Seedo), la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) y la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), la efeméride coincide con una extensa revisión científica que vincula de forma directa dos problemas de salud pública de elevadas proporciones: el sobrepeso y/u obesidad y el cáncer. Los efectos de la comorbilidad son manifiestos y urge poner freno a la epidemia del siglo XXI porque, según las sociedades científicas implicadas, «en una década su influencia será superior a los efectos del tabaco».
Peor pronóstico
El exceso de peso en el momento del diagnóstico se ha relacionado también con un peor pronóstico. Por ejemplo, en el cáncer de mama diagnosticado antes de la menopausia, las mujeres obesas presentan un incremento de la mortalidad del 75 por ciento en comparación con las mujeres con un peso normal en el momento del diagnóstico. Y en los hombres, la obesidad puede ser un factor de riesgo asociado a un tipo de cáncer de próstata más agresivo, y con mayor probabilidad de tener una enfermedad más extendida en el momento del diagnóstico. «Los datos disponibles apuntan a que la obesidad es un factor de peor pronóstico también en otros tipos de neoplasias, e incluso que cuando una persona ha superado con éxito una primera enfermedad neoplásica, al ser obesa, tiene mayor número de probabilidades no sólo de recidivar, sino también de desarrollar un segundo proceso neoformativo en una localización distinta a la primera”, apunta el doctor Pedro Pérez Segura, coordinador del Grupo de Trabajo SEOM de Prevención y Diagnóstico Precoz.
A juicio de los especialistas de la Seedo y SEOM «aún queda mucho por investigar en la relación entre dieta y cáncer, pero es un hecho probado que determinados nutrientes funcionan de escudo protector contra numerosas enfermedades oncológicas y otros, sin embargo, favorecen su desarrollo o dificultan su tratamiento».
Medidas
De forma general, puede aconsejarse la reducción en el consumo de carnes rojas y el incremento de fibra cereal (productos integrales). Asimismo, debería incrementarse la ingesta de alimentos con capacidad antioxidante, como las verduras de hoja (coles, brócoli), las verduras y frutas anaranjadas y rojas (tomates, zanahorias, albaricoques, melocotones, frutos del bosque y granada) y otros como el ajo, la cebolla, el puerro, las especias y hierbas aromáticas, té, vino, uvas, frutos secos, aceite de oliva virgen, etc. En suma, alimentos que conforman el patrón alimentario de la Dieta Mediterránea que, según fuentes del Grupo Español de Investigación en Cáncer de Mama (Geicam), «podría reducir hasta un 30 por ciento el riesgo de desarrollar cáncer de mama».
«Lo que están todavía por descubrir cuáles son los mecanismos que intervienen en el incremento del riesgo de cáncer de personas obesas», según explica Manuel Puig Domingo, presidente de la SEEN, a la vez que indica que «uno de ellos podrían ser fenómenos de tipo epigenético, esto es, modificaciones de genes importantes en el desarrollo de cáncer, que podrían conducir a una mayor actividad de los mismos y a una mayor frecuencia y agresividad de dichos cánceres». La figura del profesional de la alimentación cobra un especial relevancia a la hora de ayudar a la población a mantener unos correctos hábitos alimentarios. Precisamente, con motivo del primer Día Mundial del Dietista-Nutricionista, la presidenta del consejo general, Alma Palau afirma que «una alimentación saludable, ejercicio físico y vida sin tabaco, son la combinación perfecta para prevenir hasta un 70 por ciento de la aparición de los casos de cáncer».
Durante la enfermedad
Tan importante es la alimentación para prevenir el cáncer como para sobrellevar la enfermedad. En este sentido, Patricia Sorribes, jefe de la Unidad de Nutrición y Dietética en el Consorcio Hospitalario Provincial de Castellón, asegura que «realmente no existe ningún alimento, ninguna dieta, ningún suplemento ni ninguna hierba que cure el cáncer. Son todo terapias que pueden complementar la terapia convencional, y ayudar a paliar los efectos adversos del propio tratamiento, pero no los curan nunca». Con todo, Sorribes asegura que «la alimentación y el soporte nutricional en estos casos es básica, porque los efectos secundarios de la quimioterapia van a alterar enormemente las necesidades energéticas del paciente, al igual que las necesidades de proteínas, lípidos y vitaminas».
La alimentación puede ser un factor de riesgo o de prevención, pero no tiene la capacidad para producir cáncer ni para curarlo. De momento, la evidencia científica al respecto señala que el consumo de bebidas alcohólicas, carnes rojas y procesadas, fast-food, sazonados con mucha sal, quemados o ligeramente carbonizados, el aceite de la freidora muy usado pueden incrementar el riesgo de padecer algunos tipos de cáncer. Lo mismo sucede con un estilo de vida sedentario con ausencia de actividad física y un patrón de alimentación muy energético y un alto consumo de azúcares.
Fuente: La Razón
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