En la actualidad se diagnostican 26.000 casos de cáncer de mama al año en nuestro país. Aunque los índices de supervivencia son elevados, todavía este tumor ocasiona hoy el 6 por ciento de los fallecimientos, observándose además un incremento de los diagnósticos en mujeres jóvenes. Concretamente, un 18,6 por ciento de las españolas menores de 45 años lo padecen.
El cáncer es una enfermedad que repercute negativamente sobre el ámbito personal y familiar de quien lo padece. Y en muchos casos este tumor afecta también sobre la vida laboral. Además de estas observaciones, también hay que añadir las consecuencias que tiene esta enfermedad en las mujeres en un aspecto tan importante como el de la maternidad, más aún ante la proliferación de casos en pacientes en edad fértil.
El proyecto de ser madre puede verse destruido. La ilusión y felicidad que acompañan a un embarazo se convierte para muchas mujeres a que se les detecta un cáncer de mama en fuente de preguntas, dudas e inseguridades. El impacto emocional que tiene el diagnóstico del tumor se convierte en un shock que tiñe de incógnitas la vida de estas pacientes.
Vivir el embarazo
Principalmente, hay que partir de la idea que el embarazo no tiene por qué ser un factor de riesgo, pero sí se ha observado que en algunos casos el cáncer de mama es un tumor que, con mayor frecuencia, padecen mujeres embarazadas. En muchos casos su detección suele ser tardía porque normalmente el aumento de la mama en esta etapa es habitual, por eso se suele encontrar en un estadio más avanzado.
Si una mujer está embarazada y recibe este tipo de diagnóstico, normalmente se suele esperar a que nazca el bebé para empezar el tratamiento de quimioterapia o radioterapia, aunque ésta será una decisión que determinará el médico. “Si la mujer aparece embarazada con un cáncer de mama, normalmente esperamos a que pase el primer trimestre y empezamos el tratamiento de quimioterapia, o bien de cirugía. Y es que algunos fármarcos se intentan evitar, porque son nocivos para el feto”, nos explica Eva María Ciruelos, especialista del Servicio de Oncología Médica del Hospital 12 de Octubre de Madrid.
Cuando el bebé ha nacido, el hecho de la lactancia será algo a determinar por el especialista y la propia madre. Los médicos aconsejan que cuando una mujer está con un tratamiento, no debe dar de mamar porque repercute negativamente. Aconsejan que se suprima mientras se les administra la quimioterapia porque muchos fármacos antitumorales pasan a la leche materna e incluso alcanzan concentraciones elevadas pudiendo provocar alteraciones en el lactante.
¿Y el embarazo después de vencer este cáncer?
Después de luchar y superar un cáncer, las mujeres que han tenido esta enfermedad, pasados unos años, pueden quedarse embarazadas perfectamente. La preocupación o duda puede estar cuando la mujer piensa en la idea de amamantar a su bebé.
Tras el cáncer, la lactancia materna se preserva y no existe problema alguno. La única cuestión que influye es que tras los tratamientos, la mama que ha sido tratada, es un pecho más delicado y mucho más reacio para dar de mamar. Es decir, si ésta ha sido manipulada a nivel quirúrgico queda con mucha fibrosis y cuando la madre quiere alimentar a su bebé le dará más problemas y la molestia para ella será más fuerte.
El apoyo de la pareja, familiares y equipo médico es fundamental para luchar contra esta enfermedad. Por eso desde algunas asociaciones como la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), ofrecen servicios de atención psicológica para afectadas y familiares. A través del teléfono y con terapias individuales y grupales ayudan, de la mano de profesionales, asesoran y aconsejan para saber llevar mejor la enfermedad y el día a día que estas mujeres viven.
Fuente: Tu sanidad