Noticias

Lo mejor del año en salud y biomedicina

23 Dec 2013
Lo mejor del año en salud y biomedicina

Aunque el uso de la inmunoterapia en cáncer apenas ha llegado a un pequeño número de pacientes, su posible impacto en el futuro es lo que la convierte a ojos de los editores de Science en el avance científico de 2013. ¿Por qué? A su juicio, los prometedores resultados de diferentes ensayos clínicos realizados, en los que los tratamientos tuvieron como diana el sistema inmunológico en vez de los tumores, son suficientes para que ocupe esta posición. «Ha habido unanimidad sobre el inmenso potencial de la inmunoterapia en cáncer», señala Tim Appenzeller, editor en jefe de Science. «Hasta ahora, la estrategia de emplear el sistema inmunológico para atacar tumores solo funciona en algunos cánceres y unos pocos pacientes, por lo que es importante no exagerar los beneficios a corto plazo. Pero muchos especialistas en cáncer están convencidos de que nos encontramos ante el nacimiento de un importante nuevo paradigma para el tratamiento del cáncer».

De la misma manera piensa Marisol Soengas, directora del Programa de Patología Molecular del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO). «Aunque es un concepto del siglo pasado, este año la inmunoterapia ha demostrado su potencial, especialmente en tumores resistentes, como el melanoma metastático o el cáncer de pulmón». Y también el Director del Centro Integral Oncológico Clara Campal (CIOCC), Manuel Hidalgo, que está totalmente de acuerdo con la decisión de los editores de Science: «tras muchos años de investigación en inmunoterapia los datos recientes son muy alentadores», asegura el también Director del Programa de Investigación Clínica del CNIO.

Varios de los avances actuales en el campo de la inmunoterapia se cimentaron en los años 80, cuando investigadores franceses identificaron un receptor en las células T, llamado CTLA-4. James Allison, ahora en la University of Texas-Anderson Cancer Center, de EE.UU., descubrió que dicho receptor «frenaba» a las células T para que no «atacaran» a las células invasoras con todo su potencial. Y ya a mediados de los 90, Alison mostró que el bloqueo del CTLA-4, quitaba dicho freno, y eliminaba los tumores en ratones. «Empezamos a considerar la inmunosupresión como el punto diana, y la manipulación de la inmunosupresión como el objetivo», señala Allison.

Resultados sorprendentes

Mientras tanto investigadores japoneses habían identificado otro «freno» en las células T, el PD-1. Aunque no estaban pensando en el cáncer, otros sí lo hicieron. Uno, el oncólogo de Drew Pardoll en la Universidad Johns Hopkins, se reunió con un directivo de la biotecnológica Medarex, y le instó a iniciar un ensayo clínico. El primero se realizó en 2006 en 39 pacientes y cinco diferentes tipos de cáncer, y en 2008, los médicos quedaron «impresionados» por los resultados: en cinco de los voluntarios, todos ellos con enfermedad refractaria, los tumores se habían reducido y su supervivencia se prolongaba mucho más allá de lo imaginado.

No fue hasta 2011 cuando se constató que la inmunoterapia iba a ser «diferente» a otras formas de tratar el cáncer. Ese año, Bristol-Myers Squibb, que había comprado Medarex, informó que los pacientes con melanoma metastático tratados con este anticuerpo vivieron un promedio de 10 meses, en comparación con los 6 meses de los que no fueron tratados con inmunoterapia. Era la primera vez que el tratamiento había prolongado la supervivencia en el melanoma avanzado en un ensayo clínico. Casi un cuarto de los participantes sobrevivieron al menos 2 años.

Otra área de interés en la inmunoterapia involucra la modificación genética de células T para convertirlas en la «diana» de tumores. En 2011 esta estrategia, conocida como terapia antigénica quimérica o terapia CAR, «revolucionó» el campo de investigación de cáncer y ahora es el sujeto de numerosos ensayos clínicos, especialmente en cánceres de sangre. Por ello, muchas compañías farmacéuticas que no querían tener nada que ver con la inmunoterapia hace años ahora están invirtiendo en este campo.

Sin embargo las células T de ingeniería siguen siendo un campo muy experimental, mientras que toma delantera el de los anticuerpos. Al menos cinco grandes compañías farmacéuticas están desarrollando anticuerpos. En 2011, las autoridades sanitarias de EE.UU. (FDA) aprobaron el ipilimumab, un anti-CTLA-4, para el melanoma metastático. Aunque el fármaco es muy caro -la empresa cobra 120.000$ por tratamiento-, los resultados son buenos. En 2011 la compañía informó que de 1.800 pacientes con melanoma tratados con ipilimumab, el 22 % estaba vivo a los 3 años, y la combinación de ipilimumab y un fármaco anti-PD-1 lograba «una regresión del tumor profunda y rápida» en casi un tercio de los pacientes con melanoma. «La inmunoterapia ha logrado que en un 20-30% de los pacientes con melanoma metastático incrementen su supervivencia más allá de los tres», reconoce Soengas.

Para los médicos, acostumbrados a perder todos los pacientes con enfermedad avanzada, los datos son muy esperanzadores. El paso siguiente es identificar biomarcadores que podrían ofrecer respuestas y trabajar en idear vías para hacer las terapias más potentes. En este sentido, señala Soengas, el CNIO ya tiene un compuesto que parece «mejorar lo ya existente» y se ha planteado un ensayo clínico para 2014.

En cualquier caso, aunque es probable que algunos cánceres no cedan a la inmunoterapia hasta dentro de muchos años, una cosa sí es cierta: «un libro se ha cerrado, y uno nuevo se ha abierto. ¿Cómo va a terminar?, esto es una incógnita».

Fuente: ABC