En 1890, el doctor William Coley asistió apesadumbrado a la muerte de su primer paciente con sarcoma (un tipo de cáncer). Investigando sobre el tema, el cirujano estadounidense leyó algo acerca de la misteriosa curación de un paciente con el mismo tumor tras haber sufrido una infección en la piel. Buscó al tipo y descubrió con sorpresa que seguía con vida siete años después. Aquel caso le hizo pensar que el sistema defensivo que ataca a las bacterias también debía jugar un papel contra el cáncer. Esa idea, bautizada como inmunoterapia, ha sido elegida -más de un siglo después- hito médico del año por la revista Science.
Según relata Nature en un artículo dedicado a Coley y la inmunoterapia que se publica, curiosamente, esta misma semana, el aventurado cirujano no tardó en probar a infectar con distintos tipos de bacterias a sus pacientes con cáncer para lograr una reacción inmune suficiente para acabar con el cáncer. Durante cuatro décadas, Coley trató a cientos de pacientes con cáncer con unas rudimentarias vacunas a base de bacterias que él mismo diseñaba (algunas, por ejemplo, las atenuaba previamente con calor para controlar la infección que les causaba a los sujetos).
Incluso para los estándares actuales, la revista subraya que sus logros eran "remarcables", con supervivencias cercanas a los 10 años, no sólo para sarcomas, sino también para tumores de ovario y riñón. "En comparación con pacientes contemporáneos, lo que hacía era incluso mejor a lo que logramos hoy en día", reconoce Charlie Starnes, investigador de la biotecnológica Amgen.
No habrá tardado el lector en preguntarse por qué han pasado 100 años para que se haya reconocido el mérito de aquel hombre, ni por qué no se usan bacterias contra el cáncer en la actualidad. Como prosigue Nature en su relato, no todos los casos de Coley tenían éxito, y no todos sus colegas eran capaces de replicar sus resultados, por lo que no tardaron en llegar técnicas mucho más estandarizadas, como la quimioterapia y la radioterapia, que pronto desplazaron del panorama a las vacunas bacterianas de Coley.
La etapa moderna
Sin embargo, como recuerda por su parte Science, la idea de la inmunoterapia no se abandonó nunca completamente y ha sido este año (quizás sería más exacto decir en los dos últimos) cuando modernas terapias basadas en reforzar el sistema defensivo contra el cáncer han demostrado su utilidad.
"La inmunoterapia ha pasado por muchísimos años de prueba, error y frustración. Sin embargo, se ha necesitado de múltiples investigadores básicos y clínicos, y definitivamente, de la implicación de grandes empresas farmacéuticas, para obtener respuestas significativas en ciertos grupos de pacientes con tumores típicamente agresivos. Las respuestas antitumorales todavía no son perfectas ni completas, pero sí se ha extendido la vida media de un importante número de pacientes con melanoma, y ciertos tipos de leucemias, cánceres hepáticos y de pulmón, típicamente de muy mal pronóstico", resume Marisol Soengas, directora del Programa de Patología Molecular del CNIO.
"Que la revista haya decidido que la inmunoterapia tumoral es lo más importante en todas las ciencias, no sólo en oncología, o en medicina, es algo muy importante", señala Antoni Ribas, oncólogo e investigador en la Universidad de California Los Angeles (Estados Unidos). "Quiere decir que el nivel al que se ha llegado es muy alto". Coincide con él Salvador Martín Algarra, director de Oncología Médica de la Clínica Universidad de Navarra: "No se puede decir que la inmunoterapia es un invento moderno, pero en los últimos dos años ha habido avances con un impacto considerable para los pacientes, en particular en el caso del melanoma".
Este agresivo cáncer de piel había sido un erial en los últimos 30 años, sin ningún tratamiento nuevo (y eficaz) para los pacientes con enfermedad metastásica desde 1978. En 2010, esa situación cambió con la llegada de ipilimumab, el primer medicamento moderno (con permiso de Coley) en demostrar que es capaz de modular la respuesta inmune. Como explica el doctor Martín Algarra, la célula tumoral es extremadamente compleja y es capaz de "engañar al sistema defensivo del organismo diciéndole no me ataques, soy tuya". Ipilimumab, y los nuevos inmunomodulares que le han seguido en los últimos tres años, son capaces de quitarle a la célula tumoral esa 'capa de invisibilidad' y hacerla claramente visible para las células defensivas que, ahora sí, la reconocen como extraña y la atacan.
Ipilimumab (comercializado como Yervoy) actúa sobre CTLA4, una de las proteínas a las que la célula maligna engaña; pero no es la única. Dentro de esa "explosión de fármacos y vías de señalización" hay ya también medicamentos contra PD1 (otro 'escondrijo') y comienzan a ponerse en marcha los ensayos en combinación con varios tipos de inmunoterapia, y no sólo para melanoma (también para cáncer de pulmón, riñón, próstata...). "No hay motivos para pensar que [esta vía] no podría funcionar en más tipos de cáncer, aunque por ahora sólo tenemos datos sugestivos, no comunicados", reconoce el responsable de la Clínica de Navarra.
También Ribas explica que el melanoma "tiene algo en su relación con el sistema inmune" que explicaría estas respuestas espectaculares, pero confía en que no se tarde demasiado en averiguar qué es y se puedan ver respuestas similares en otros tipos de cáncer.
Fuente: el mundo
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