Hace casi 15 años que un estudio sugirió por primera vez que algunos tipos de cáncer desprenden un olor particular. Desde entonces, muchos equipos han intentado desarrollar algún dispositivo electrónico para captar esos gases particulares. Sin embargo, y pese a avances como el que se acaba de publicar esta semana, la nariz artificial aún está lejos de ser una realidad.
En 1999 se observó por vez primera que la orina de varones con cáncer de vejiga desprendía más cantidad de formaldehído que la de hombres sanos. Aquella pionera observación fue ratificada posteriormente en otro trabajo en el que varios perros entrenados eran capaces de olfatear el cáncer de vejiga en pacientes ya diagnosticados.
Todo el mundo implicado en este campo de investigación coincidía durante todo este tiempo en que los perros eran sólo una herramienta -poco práctica en la realidad-: el verdadero objetivo era diseñar algún tipo de sistema automatizado capaz de detectar los gases que emite la orina (el aliento u otros efluvios) de un paciente con cáncer.
En esta línea, aún experimental, se enmarca el estudio piloto publicado esta semana en la revista 'PLoS One' con una nariz electrónica bautizada como 'Odoreader' (lector de olores en inglés), diseñada y patentada por especialistas de las universidades británicas de Liverpool y Bristol.
El dispositivo funciona como un sistema de detección de compuestos orgánicos volátiles, presentes en la orina de pacientes diagnosticados y no en individuos sanos. Tras introducir la muestra de orina en el sistema, 'Odoreader' es capaz de emitir un diagnóstico en sólo media hora.
Para su desarrollo se emplearon 98 muestras, 24 de pacientes con cáncer de orina y otras 74 de individuos sanos; y pese a que la nariz artificial detectó con un 100% de precisión la orina perteneciente a sujetos con cáncer, los propios autores insisten en que el dispositivo aún está lejos de poder ser usado de manera generalizada.
Aunque el equipo dirigido por Norman Ratcliffe insiste en que hará falta validar los resultados en una muestra más amplia, sí son optimistas sobre su utilidad en el mundo real. De hecho, subrayan, el cáncer de vejiga -del que se diagnostican unos 15.000 casos al año en España- es un tumor de muy buen pronóstico cuando se detecta en sus fases iniciales, algo que ocurre en pocas ocasiones, porque la mayoría de pacientes no presenta síntomas.
Uno de esos síntomas, quizás el más llamativo, es la presencia de sangre en la orina (hematuria), algo que sin embargo se puede deber a otras causas benignas. "El 80% de pacientes con hematuria no dolorosa deben ser investigados", explican los autores, lo que obliga a tomar una muestra de tejido con una prueba "costosa, invasiva y poco digna" como es la cistoscopia (que obliga a tomar una muestra a través de un pequeño tubo flexible que se introduce por la uretra).
Incluso en el caso de pacientes ya diagnosticados, las frecuentes recaídas de esta enfermedad obligan a realizar cistoscopias repetidamente, "lo que supone alrededor del 70% del coste del tratamiento del cáncer de vejiga y lo convierten en uno de los cánceres de mayor coste por paciente".
Buscar nuevos biomarcadores que faciliten el seguimiento y mejoren el diagnóstico precoz de la enfermedad (cuando la supervivencia a cinco años puede llegar a ser del 94%) es urgente, subrayan los investigadores. Y aunque sea demasiado pronto para lanzar las campanas al vuelo, confían en que el nuevo 'Odoreader' o dispositivos similares puedan cumplir esta labor en el futuro.
Fuente: el mundo.es
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