En los últimos años, el cáncer de piel ha llegado a constituirse como uno de los cánceres más frecuentes en la población peruana. Estimaciones del registro de cáncer poblacional de Arequipa para el período 2002-2007 muestran que la incidencia acumulada de cáncer de piel no melanoma en la ciudad de Arequipa varió entre 12,0 y 19,9 casos por 100 000 habitantes. Datos de la Vigilancia Epidemiológica de Cáncer encuentran que para el período 2006-2011, el cáncer de piel constituyó el cuarto cáncer más frecuente a nivel nacional (Tercero en varones y cuarto en mujeres) notificándose un promedio de 1132 casos por año. Adicionalmente, el cáncer de piel constituye una enfermedad que representa un elevado costo para el individuo que lo padece, para la familia, la sociedad y el estado; dicho costo puede enfocarse en las muertes prematuras ocasionadas por el melanoma, en la discapacidad producida por el cáncer de piel no melanoma, en el costo de los medicamentos y procedimientos quirúrgicos así como en sus repercusiones psicológicas y cosméticas (Las cuales no son recogidas por indicadores epidemiológicos).
La forma predominante de radiación ultravioleta (UV) que llega a la superficie terrestre es la de tipo A (UVA) y sólo una minoría constituye la tipo B (UVB). La depleción progresiva de la capa de ozono tiene un gran impacto en la cantidad de UVB que llega a la superficie terrestre, lo cual constituye un tema de preocupación mundial debido al incremento del riesgo de la mutagénesis y de cáncer inducido por esta. El principal factor de riesgo para el desarrollo de cáncer de piel es la exposición intensa, acumulativa o intermitente a la radiación UV. Las personas con mayor riesgo de desarrollar cáncer de piel no melanoma incluyen pacientes con inmunidad baja, antecedentes de cáncer de piel, trastornos genéticos hereditarios (Por ejemplo Xerodermia pigmentosa), traumatismos en la piel, exposición al arsénico, albinismo o tratamiento anterior con psoraleno y rayos ultravioleta A.
Constituyen intervenciones dirigidas a su prevención la promoción de estilos de vida saludable (Como en todos los cánceres), la limitación de la exposición a la radiación solar y la exposición utilizando medidas de Fotoprotección, usando un protector solar u otras medidas para protegerse del sol (Sombrero o gorra, lentes oscuros y/o con protección UV, sombrilla, camisa manga larga y pantalón). Existen diversos estudios que muestran la relevancia en la salud pública de las intervenciones destinadas a mejorar los conocimientos, actitudes y prácticas (CAP) de las poblaciones.
En términos generales, la población de áreas urbanas de nuestro país tiene conocimientos aceptables de fotoprotección. Diversas encuestas muestran que la población reconoce al cáncer de piel como el riesgo a largo plazo más importante vinculado a la exposición solar; sin embargo, la aplicación en la vida diaria de estos conocimientos es muy limitada; esto podría modificarse con educación en fotoprotección a la población la cual debería brindarse desde la educación primaria, según experiencias en otros países. El caso del poblador andino de altura, donde hay mayor exposición a radiación UV, es más complejo ya que fuera de las ciudades, los conocimientos de fotoprotección son muy limitados y el acceso a protectores solares es nulo debido a su costo.
Si bien es cierto que en algunas regiones se han implementado medidas para limitar la exposición a la radiación solar, particularmente en los colegios, queda aún mucho por hacer. El presente año, se ha observado que diversos sectores han formado una alianza con instituciones estatales lo que ha permitido el desarrollo de diversas campañas dirigidas a mejorar los CAP y al despistaje del cáncer de piel, brindando educación en fotoprotección a la población que acudía a las playas de Lima. Así, la Sociedad Peruana de Dermatología contó con la participación del Ministerio de Salud a través de la DISA Lima Sur (Red de Salud Villa el Salvador, Lurín, Pachacamac, Pucusana), de las municipalidades y el Círculo Dermatológico; también se contó con la participación del SENAMHI; sumándose a esto las campañas organizadas por la Liga Peruana de Lucha Contra el Cáncer. Si bien es cierto que es difícil medir el impacto de estas iniciativas, es posible que mejoren los CAP de la población y sean beneficiosas en la prevención del cáncer de piel a futuro. Es necesaria la articulación de todos estos sectores de modo que se potencien estas iniciativas, se extiendan a nivel nacional y se garantice su sostenibilidad en el tiempo; esto a su vez permitirá contar con la participación de dichas instituciones para las acciones del estado dirigidas a la prevención y diagnóstico precoz del cáncer de piel en nuestro país.
Finalmente, debe promoverse la investigación en cáncer de piel, particularmente la vinculada a su prevención. Actualmente existen pocas investigaciones publicadas tanto en revistas nacionales e internacionales y menos aún, experiencias de estudios de intervención con impacto en salud pública (Experimentales y/o cuasi experimentales) enfocados a reducir la incidencia de esta enfermedad mediante la mejora de los CAP de fotoprotección de las personas de nuestro país. Actualmente, las investigaciones no son equitativas al centrarse en las ciudades de la costa con una producción notablemente menor en ciudades de la sierra y selva donde la exposición solar es intensa y en las que en muchos casos el poblador no tiene acceso a los servicios de salud; asimismo, se tiene disponibles pocas publicaciones de cáncer de piel en ciudades como Arequipa, Moquegua y Puno, donde existe una menor densidad de ozono estratosférico y su población soporta elevados niveles de radiación UV.
La Declaración Mundial sobre el Cáncer reconoce que para lograr reducciones importantes en las muertes prematuras, la educación innovadora y las oportunidades de capacitación para los trabajadores de la salud en todas las disciplinas de control del cáncer deben mejorar significativamente.
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